Un oro histórico y una fugaz historia de amor

El Marcador de Juan Manuel Surroca, olimpismo, Juegos Olímpicos, atletismoDesde su entrada en el programa olímpico en París 1900, los 200m lisos habían sido un coto reservado a los atletas estadounidenses, que, salvo en dos ocasiones (1908/1928) en que el ganador fue canadiense, fueron los dueños del oro. Es por ello que en los JJ.OO. de Roma 1960 tuvo gran trascendencia la victoria del esprínter italiano Livio Berruti, que se convirtió en el primer europeo en lograr la victoria en esta prueba olímpica. El italiano firmo una competición para enmarcar ganando las cuatro carreras que disputó, marcando además siempre el mejor tiempo tanto en la primera ronda (21”14), como en la de cuartos de final (20”90) y en la semifinal en la que, con 20”5, Berruti logró igualar el récord mundial, fijando con ello un nuevo tope olímpico. Superó además a los estadounidenses Stone Johnson y Ray Norton y al británico Redford, considerados como los tres mejores especialistas mundiales de aquel momento. En la final, Livio, que corrió con unas gafas oscuras, realizó una majestuosa carrera: salió muy bien e hizo una gran curva que le permitió entrar en cabeza en la recta final conteniendo, con su elegante y potente zancada, la reacción del norteamericano Les Carney y del francés de origen senegalés Abdou Seyé, que acabaron segundo y tercero, mientras que los otros dos norteamericanos quedaban relegados a los puestos quinto y sexto. En dicha final Livio Berruti volvió a igualar el récord mundial y olímpico con 20”5/10 (equivalente a un tiempo de 20.62 en cronometraje electrónico). Su electrizante velocidad le supuso el apelativo de la “saeta azzurra”.

Un dirigente de Adidas  le preguntó por qué no se había puesto sus zapatillas

Por aquella medalla Livio Berruti recibió 1.200.000 liras* y un coche Fiat 500, premio fijado por el CONI para aquellos deportistas que lograran una medalla de oro(1). Aún pudo haber obtenido más ingresos si se hubiera calzado unas determinadas zapatillas, pero para disputar la final, por esas costumbres o manías que a veces tienen los atletas, optó por calzarse unas totalmente blancas a tono con sus calcetines. Como el mismo Berruti ha contado en varias ocasiones, al final de la prueba un dirigente de Adidas se le acercó y le preguntó extrañado por qué no se había puesto sus zapatillas, diciéndole, en referencia al oro, «por lo que has logrado te hubiéramos dado 300.000 liras». Dándose cuenta de su ingenuidad, Berruti respondió que se había puesto unas zapatillas blancas para complementar sus calcetines del mismo color y no había pensado en nada más.

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Livio y Wilma en 1960 y su reencuentro en 1985

En aquellos juegos fue casi tan divulgada su imagen venciendo en la prueba como la de su paseo de la mano de la “gacela negra”, la tricampeona Wilma Rudolph. Muy dados al contexto de la época, algunos periódicos llegaron a especular sobre una presunta relación amorosa entre ambos, pero, si bien es cierto que cuando se conocieron surgió un “feeling” especial entre ellos, su relación no pasó de un simple flirteo que fue tan fugaz como platónico. Ni tan si quiera tuvieron opción de intimar debido al férreo control de los entrenadores sobre Wilma. Además, los técnicos americanos se cuidaron de hacer llegar rápidamente el mensaje a Berruti de que Wilma tenía sus ojos puestos en un apuesto boxeador del equipo norteamericano que aspiraba a la medalla de oro y que era mejor no molestarlo por estar concentrado al máximo en los combates y porque, si le provocaba, podía ser “agresivo”*. Este boxeador, nacido en Louisville y que acabó siendo el campeón olímpico del peso semipesado, se llamaba Cassius Clay. Al parecer, es cierto que Cassius Clay se sentía atraído por Wilma, pero no al revés. Finalmente, Livio se quedó con las ganas de invitar a Wilma a una romántica cena romana, ya que la “gacela negra” voló a Estados Unidos sin tan siquiera despedirse. Pero de ella siempre guardó un recuerdo muy especial como se evidenció en su reencuentro en Roma en 1985 con motivo de la gala de celebracion del 25º aniversario de aquellos Juegos.

*Fuente: Entrevista Livio Berruti publicada por  el “Corriere de la Sera” el 23 de agosto de 2010.

(1) unas 125.000 pesetas o 7.500 dólares de la época. En 1960 la 9.60 liras equivalían a una peseta y un dólar se cambiaba a 168 ptas. El CONI fijó como premio para sus olímpicos 800.000 liras por el oro y 400.000 en caso de que además se lograra un récord olímpico o mundial. En el caso de Berruti convergieron las dos circunstancias.

Juegos Olímpicos, baloncesto, El Marcador, Juan Manuel SurrocaJuan Manuel Surroca, periodista experto en deportes y en olimpismo.
Los artículos de esta sección son reproducciones de su blog, que puede consultarse en el sitio
http://elmarcadordejmsurroca.blogspot.com.es/

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