Maite Ordóñez es psicóloga, coach y experta en desarrollo personal y profesional.
Todo equipo de trabajo -si es realmente un equipo- se sustenta en una doble base: el talento individual y la construcción colectiva. La unión de ambos elementos no sólo suma sino que multiplica tanto los resultados como el significado y el bienestar.
Tan importante es contar con las personas adecuadas como generar la dinámica idónea. Estas son las características principales a tener en cuenta a la hora de crear y/o desarrollar nuestros equipos:
Identificar un propósito: El equipo ha de trabajar por una meta específica, clara y compartida. Definir y alinear los valores grupales e individuales, así como asignar roles de manera efectiva fomentará un mayor significado y logro del propósito.
Empoderar: El equipo ha de contar con autonomía para tomar decisiones, favoreciéndose la iniciativa y autoconfianza de cada un@ sus miembros. En este sentido, el tipo de liderazgo empleado será crucial para alcanzar un buen nivel de madurez y ejecución del equipo.
Relaciones y comunicación: Es requisito indispensable que todos los integrantes del equipo posean unas habilidades de comunicación bien desarrolladas, siendo capaces de compartir información, expresando sus puntos de vista adecuadamente y escuchando activamente a los demás. Los desacuerdos y diferencias más que obstáculos, se perciben como oportunidades para el conocimiento mutuo y la mejora en la competencia grupal. Para ello, es necesario manejar de forma efectiva el ‘feedback’, la asertividad, la empatía y la resolución de conflictos.
Flexibilidad: Los equipos de alto rendimiento son aquellos capaces de adaptarse a situaciones cambiantes, afrontando el cambio con naturalidad. Así, sus miembros son capaces de adoptar distintos roles y/o estrategias, en función de las necesidades y recursos del momento.
Rendimiento y desarrollo:: El foco fundamental del equipo está en la consecución de objetivos dentro del plazo y recursos asignados, asegurando un alto nivel de calidad. Para ello, el quipo puede adaptar sus planes y estrategias de trabajo a cada situación. Paralelamente es necesario incentivar y facilitar el desarrollo de cada integrante, ofreciendo iniciativas y espacios de crecimiento funcional y competencial. Una de las herramientas que nos permite vehicular la mejora continua es la evaluación del desempeño. Es imprescindible aportar ‘feedback’ al equipo y a cada uno de sus integrantes, identificando puntos fuertes y áreas de mejora. Las distintas formas de evaluación y su uso adecuado impactarán de forma positiva en los resultados obtenidos por el equipo y en el nivel de compromiso de las personas que lo componen.
Reconocimiento:: Si queremos obtener buenos resultados y además un clima positivo de trabajo es necesario reconocer los logros individuales y grupales de forma explícita, así como encontrar modos de celebrar los éxitos alcanzados. De este modo, los miembros del grupo se sentirán valorados y motivados.
Motivación: El resultado habitual de la aplicación del enfoque expuesto en los puntos anteriores es un aumento en la motivación: los miembros del equipo se sienten satisfechos por el modo en que el equipo funciona y desarrollan un sentido de pertenencia positivo. Medir la motivación y poner en marcha acciones para cuidar de ella es una buena recomendación. Para ello, es importante atender a las características y prioridades individuales, tratando de desterrar fórmulas del tipo «café para todos».
¿Cuáles son los mayores retos al implementar estas buenas prácticas ? ¿Cuáles son sus ventajas?
¿Cómo mantener el equilibrio entre el nivel individual y colectivo en un equipo?
Analizar la situación de partida en función de los parámetros descritos y formular un plan de desarrollo con plazos y metas realistas son los primeros pasos.
Artículo publicado en Apuesta por tu Talento y reproducido con permiso expreso de su autora.
