Where is the limit? Parte II

Insisto, esto no va de esta nueva generación de deportistas que porque han descubierto que son capaces de darse una paliza tras otra, que esto les hace especiales al nivel de creer que pueden caminar por encima del agua. Como os decía en el anterior post, me refiero a otra cosa..
¡Qué queréis que os diga!… Sería un contrasentido total que yo renegara lo más mínimo de la tecnología aplicada al deporte.

Soy un verdadero loco de todo lo que aporte información y control del rendimiento, pero por encima de todo considero que para poder sacarle el 100% a la tecnología, es mejor entender su origen desde la práctica personal y primero, experimentar la necesidad que causó la aparición del invento en cuestión.

Es una pasada poder viajar por el mundo disfrutando de las mejores rutas que han compartido otros deportistas, poder aprovechar la experiencia de miles de entusiastas y entrenadores para que una sola pantalla te guíe en un entrenamiento o te muestre los mensajes que recibes en el móvil mientras entrenas… o todo lo que suponen las posibilidades de grabar y editar un vídeo de lo vivido, o compartir tus logros, tus nuevos retos, hacer un ranking de campeones sin dorsal, o poder extender tus mejores momentos de deporte para su posterior análisis y comparación contigo mismo y con todo lo que se mueva.

Me encanta que la tecnología nos ayude a enriquecer todas nuestras experiencias…pero no si su uso no hace más que limitarla y menos aún si en cierta medida, si su abuso nos hace menos libres. Creo que antes de hacerse demasiado amigo y hasta dependiente de los datos externos… hay que crecer en el deporte, entenderlo en profundidad para no distraer nuestra atención de las particularidades del entorno, que exigen un periodo largo de aprendizaje hasta saber escuchar y entender todas las señales, los miles de datos que te envía el cuerpo… que son muchos más parámetros y más ricos en detalles que los diez registros que puedan caber en una pantalla.

Ya no entro en el conocimiento de todas las leyes no escritas del deportista con talento, sino que sin ir más lejos hace no mucho asistí a algo tan grave como llamativo: un ciclista con más de 10.000€ de material ultra tecnológico encima, dándose una hostia atroz al pillar una manguera cruzada en diagonal en mitad de la carretera. Era un tubo negro, de estas de jardinería perforadas para un goteo.Iba llaneando y tampoco lo hacía a una velocidad considerable pero es que él iba realmente despacio y cuando fui a adelantarle, vi que iba cacharreando con el GPS.

Vi la jugada y le advertí del peligro de la manguera, lo hice con tiempo y sin agobiarle, me miró, miró hacia adelante con margen de sobra… la vio y con todo, me saludo levemente y siguió toqueteando la pantalla… Fue rozar la manguera y allí montamos la consulta… cayó a plomo contra el asfalto… eso sí, sin quitar el dedo de la pantalla táctil… como un borracho cuando le coge la vaquilla del pueblo, que da una una vuelta en el aire, cae de cabeza… pero no se le derrama ni una gota de la copa.

Lo peor del asunto es que al socorrerle, no se explicaba cómo podía haberse caído por haber pisado esa manguera. No soy nadie para juzgar, pero cualquiera con un mínimo de experiencia tiene en sus registros las consecuencias de pisar un tubo de plástico en diagonal. No es que tuviera una pérdida de memoria, porque seguro que sabía cuál era el desnivel acumulado, cuantos kilojulios llevaba consumidos, así como el índice de osmolaridad del isotónico que llevaba en su bidón térmico… Es que no sabía que con una rueda de carretera, en diagonal, no se puede pillar ni el palo de un helado.

Vivimos tiempos de motivaciones basadas en las cifras, gráficas, en cómo lo vamos a contar en redes sociales… Todo sea dicho, que gracias a estas motivaciones tenemos millones de deportistas más sudando a lo ancho y largo del mundo… Pero el deporte tiene sus tiempos… y si te los saltas… al final siempre viene a cobrárselos.

Y claro que no es obligatorio llegar al punto en el que ese día que no tienes fuerzas ni para salir a entrenar, te alegras porque tienes la total certeza de que estás a siete días del mejor momento de forma del año. Eso es hilar muy fino. Me refiero a que antes de vivir agarrado a una cifra objetiva marcada en una pantalla que científicamente te diga que puedes dar más, hayas llegado a conocerte lo suficientemente bien como para seguir siendo tú el que sepa que en ese momento debes parar… o viceversa, que cuando la pantalla te diga que estás a punto de reventar, tú sepas decirle que en ese momento se equivoca, porque sabes que ahí y ahora te queda más de lo que los datos habían previsto.

Eso por no hablar de la preocupación continúa de asegurarte la foto o grabarlo, más que en entregarte al entrenamiento, o de rabiar de placer pedaleando por la mejor zona del día.

Lo dicho, soy muy fan de la tecnología para mejorar la experiencia de hacer deporte, pero no para limitarla. Ahí está el límite.

 

Antonio del Pino es director de la revista Triatlón; deportista y amante de cualquier disciplina asociada a la bici.
Los artículos de esta sección son reproducciones de su blog, que puede consultarse en el sitio
http://antoniodelpinosports.com

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