José Luis Casal es experto en modelos de negocio digitales.
En 1815, el volcán Tambora, situado en Indonesia, entró en erupción y arrojó a la atmósfera cenizas suficientes para impedir que la luz solar llegara a la Tierra. El suceso empujó a gran parte del planeta a un invierno prematuro, precipitando una importante pérdida de cosechas en todo el norte de Europa en 1816.
Ante la escasez de forraje, los agricultores optaron por alimentar a las vacas, que podían suministrar alimentos, en lugar de a los caballos, que se utilizaban principalmente para el transporte. La gente se vio obligada a caminar en lugar de cabalgar, lo que requería más tiempo y energía para viajar.
Dos años más tarde, Karl von Drais montó una tabla plana entre dos ruedas de madera separadas unos metros. Su dispositivo permitía a una persona sentarse sobre la tabla y apoyar los pies en el suelo para correr cuesta arriba o levantarlos para ir cuesta abajo.
Se consideró que iba demasiado rápido
Ante una gran multitud, demostró que su ‘laufmaschine’, máquina de correr, podía recorrer 7 kilómetros en una hora. Irónicamente, se consideró que iba demasiado rápido, por lo que esta primera ‘generación’ de bicicleta fue prohibida en varias ciudades por crear un peligro para los peatones.
Karl von Drais demostró que cualquiera puede innovar generando un impacto. La disrupción no se limita a un subconjunto de personas dotadas de un talento sobrenatural. Con algunas herramientas y procesos sencillos, todo el mundo puede contribuir a ella.
Pero, venga, pensemos en la innovación como una pirámide:
Ésta debe apoyarse en unos cimientos sólidos de cultura y mentalidad individual. Las características empresariales, y del entorno, de apertura, agilidad… proporcionan un contexto cultural que fomenta la innovación. Los rasgos personales como la curiosidad, la objetividad, la flexibilidad, la adaptabilidad y las agallas aumentan la capacidad de innovación.
No está garantizado el éxito en la innovación
Las personas que adoptan las actitudes adecuadas no tienen garantizado el éxito en la innovación, pero las que no muestran ninguna de estas características probablemente estén condenadas al fracaso en su aventura. Empíricamente, es más probable que estos fundamentos conduzcan a la adopción de un proceso disruptivo, que a su vez es más probable que genere una idea innovadora.
En el siguiente nivel de la pirámide de la innovación se encuentran los procesos, herramientas y métodos que promueven intencionadamente nuevas oportunidades. Fomentan nuevas ideas, identifican fuentes de auténtico valor, perfeccionan los productos y servicios existentes o desarrollan otros nuevos que puedan aportar valor. Tales procesos y técnicas transforman la ideación de un acontecimiento extraño en un serio juego de probabilidades.
Adaptarse a los nuevos mercados
Muchos esfuerzos contemporáneos por innovar convergen hacia algunos temas y trayectorias comunes. En los últimos años, las empresas han cosechado un enorme éxito al crear plataformas, experimentar con precios novedosos que descienden hasta lo gratuito, recopilar y analizar grandes conjuntos de datos con inteligencia artificial y hacer hincapié en innovaciones que benefician no sólo a los beneficios de la empresa, sino también a las comunidades y las sociedades. Estos ejemplos pueden servir de inspiración a otros para modificar y adaptarse a los nuevos mercados.
En la cúspide de la pirámide se sitúa el impacto, el objetivo último de una innovación de éxito. La disrupción es buena para todos. Mejora la productividad y reduce los costes. Esto significa que podemos utilizar nuestros escasos recursos para hacer más, ayudar a más usuarios a satisfacer más sus necesidades, y así ganar más recursos que podemos invertir en más innovar.
Creación de valor
La innovación hace que las organizaciones sean más competitivas, es decir, que puedan hacerse con una parte mayor del pastel que sus competidores más rezagados. Pero no se trata de un juego de suma cero. Definimos este concepto como creación de valor. Esto significa que amplía el pastel en beneficio de muchas partes interesadas. Este es el impacto que podemos, y debemos, esperar.
Hay que ponerse en marcha. La innovación de éxito es un ejercicio práctico. No se puede innovar pensando o montando reuniones constantemente. Los innovadores tienen un programa o plan de innovación formal y cuanto más tiempo lleva en marcha, más éxito tiene. El consejo en este caso es similar al que se da a quienes quieren mejorar su salud. El mejor momento para empezar a entrenar fue hace diez años. ¿El siguiente mejor momento? Ahora mismo.
La disrupción es una actividad de equipo. Requiere diversidad de perspectivas y el apoyo de muchos compañeros de viaje, como directivos de la organización, clientes, compañeros, ¡incluso competidores!
En la innovación no hay victorias rápidas
No vale pararse ahora. Todo el mundo está emocionado el primer día de clase. Sólo cuando llegan las primeras tareas aparece el estrés. Las iniciativas de innovación van acompañadas de anuncios y fanfarrias. Pero la innovación sólo se produce después de superar contratiempos. Por su propia naturaleza, incluye errores… e incluso el fracaso. La innovación requiere hacer cosas nuevas, hacer cosas nuevas requiere aprender, aprender implica cometer errores. En los entornos emprendedores y empresariales, fracasar rápido es un mantra. No tanto porque los emprendedores disfruten fracasando, sino porque entienden que los errores son esenciales para aprender y que el fracaso no es lo contrario del éxito, sino su condición previa. En la innovación no hay victorias rápidass.
Y cómo no, hay que dejarse llevar. La innovación es más eficaz cuando se deja fluir. La microgestión y la sobregestión son las mayores amenazas para una innovación impactante. La innovación es un viaje de aprendizaje. Su mejor momento es cuando se le permite avanzar con un objetivo y un proceso claros, pero con márgenes flexibles para desviarse.
Personalizar y mejorar su rendimiento mediante el análisis de datos
Casi 200 años después de que Karl von Drais inventara en Alemania la ‘laufmaschine’ a partir de una tabla de madera recta entre dos ruedas, Kyle Doerksen creó en Santa Cruz, California, un dispositivo a partir de una tabla recta y una sola rueda. Con una batería y sensores, la Onewheel es un vehículo de transporte ‘autoequilibrado’. Una persona de pie sobre la tabla sólo tiene que inclinarse hacia delante para que el dispositivo empiece a avanzar. El conductor se inclina hacia atrás para reducir la velocidad y se inclina más para ir marcha atrás. El propio dispositivo aprende los hábitos del ciclista para personalizar y mejorar su rendimiento mediante el análisis de datos…
… sí, las innovaciones se producen en cascada y prosperan en entornos que adoptan mentalidades, culturas, procesos y trayectorias para que todo el mundo pueda innovar con impacto.¿Vamos?
Artículo publicado en El Español y reproducido con permiso expreso de su autor.