Artículo publicado en VIA Empresa y reproducido con permiso expreso de su autor.
Xavier Roig es ingeniero y escritor.
Desde el punto de vista de la actitud ante el trabajo hay tres tipos de personas: las que viven solo para trabajar, las que solo trabajan para vivir y las que trabajan porque el trabajo es un hecho necesario ligado a la especie. Me explico. Hay gente que solo vive para trabajar. ¡Mal! Acostumbran a ser gente espiritualmente pobre. Aunque sea por pasión. El apasionado que se pasa veinticuatro horas martilleando con su obsesión es un ser perfectamente insoportable. Resulta, pero, que a veces su vehemencia beneficia a mucha gente. Entonces tendemos a la benevolencia, que no es nada más que egoísmo disfrazado de agradecimiento. Por ejemplo, si el señor Fleming no hubiera estado obsesionado por su investigación, ahora mucha gente moriría.
Si el señor Einstein no hubiera sido un enfermizo de sus teorías, fruto de una imaginación desbordada, ahora todos viviríamos de una forma, digamos, más atrasada. Y si el señor Picasso no hubiera sido un enfermizo para dibujar aquello que le rodeaba por la cabeza, el arte sería, hoy, mucho más pobre. Dicho esto, los tres tuvieron una vida familiar y relacional altamente desgraciada e hicieron la vida de los que los rodeaban perfectamente insoportable. Son los males colaterales de los genios. El problema grave aparece cuando alguien se cree un genio y no lo es. Entonces su trabajo es malogrado y, encima, incordia los alrededor.
Entre nosotros se estila más bien el pasotismo
Hay gente que solo trabaja para poder vivir. ¡Mal, también! Estos consideran el trabajo una maldición divina, defecto que los ateos se tendrían que hacer mirar. Esta gente también incordia, pero de otro modo. Quizás hace felices a los que los rodean -lo pongo en entredicho por el simple hecho del talante- pero amarga la existencia de aquellos que dependen de su trabajo. Hay excepciones de gente perfectamente ordenada que justo hace su trabajo: ni menos ni más. Este tipo de gente es más bien personal del norte: aseados y con un sentido de la responsabilidad muy protestante. Entre nosotros se estila más bien el pasotismo. Porque este tipo de gente rellena su “buit de vuit” (jornada laboral sin satisfacción) mediante el hobby que practica fuera de horas. Tenemos, pues, un individuo que a lo largo de su vida laboral habrá vivido de manera insatisfactoria unos 8.800 días (digamos, 70.400 horas). Si le sumamos el tiempo perdido en transporte, el hecho acontece insufrible y el balance a lo largo de los años es del todo negativo. Porque, a la hora de jubilarse, aquello que era un hobby deja de serlo, por definición, y pasa a ser una actividad que pronto acontece un poco repetitiva, puesto que ocupa todo el día.
Finalmente, hay aquella persona que piensa que el hombre habita la superficie terrestre para hacer cosas. Y que esta característica es biológica. Nadie le pedía al hombre del Neandertal si había cumplido con la jornada laboral después de poner en vertical un menhir. Lo hacía porque el hombre se diferencia de los animales -de los perros, por ejemplo- en el hecho que estar quieto sin hacer nada es una opción aceptable. La vida misma, cuando se tiene un poco de intelecto, lleva a hacer cosas. Altamira no la pintó ninguna multinacional. Ni pienso que sus autores esperaran nunca que sus obras fueran subastadas en Christie’s. Puestos en esta tesitura, lo más conveniente es buscarse un trabajo que más o menos te llene. Hacerlo de joven, claro. Y cogérselo con ganas. Habrá tareas que no te gustarán y otras que te entusiasmarán. Si alguien busca simplemente hacer aquello que le guste, puede ser que lo acierte; pero probablemente no será del todo feliz.
Trabajar tiene un objetivo: dar cumplimiento a un impulso biológico ancestral
Si lo que se pretende es un mix, una media aceptable, entonces perfecto. Hay que aplicar el principio de «haz lo que te guste o que te guste lo que haces». Esta actitud, al menos por experiencia personal, es la mejor. El conjunto acontece positivo. En general, y si éstas son las condiciones de trabajo, el trabajo te permite sacar conclusiones que son aplicables a toda la gamma de cosas que suceden en tu alrededor. No amargas la vida a los que te rodean. Ni porque eres un genio, ni tampoco un indolente. Trabajar tiene un objetivo: dar cumplimiento a un impulso biológico ancestral que, de media, y gracias al intelecto humano, ha descubierto que es como el tapón por calabaza. Nuestro trabajo sirve a alguien y el trabajo que realiza otro nos sirve a nosotros. Puestos en esta tesitura, mejor hacerlo con buena cara, ¿no ?