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Mujer autónoma: costes y renuncias ocultos

Elisabet Bach es consejera económica y financiera

Para muchos es conocido que ser autónomo no es fácil: conlleva una carga de trabajo extra, no siempre recompensada económicamente ni valorada socialmente. Ahora, podemos constatar este hecho a través del reciente estudio realizado con el departamento de Igualdad y Feminismos de la Generalitat de Catalunya sobre la organización y la gestión del tiempo de trabajo de las mujeres autónomas.

Este evidencia que ser mujer autónoma aún es más complejo, ya que nuestra sociedad está marcada por estructuras que sitúan a la mujer en roles de cuidadora, en sectores laborales considerados a menudo de poco valor añadido, con menores remuneraciones y techos de cristal que dificultan el acceso a posiciones de decisión y poder. Estas estructuras sociales y laborales se trasladan a la mujer autónoma con una mayor intensidad, creando situaciones de mucha presión y estrés, a menudo invisibilizadas.

Los autónomos, en general, trabajan una jornada superior a la de 40 horas

Con el trabajo hecho se pone de manifiesto que los autónomos, en general, trabajan una jornada superior a la de 40 horas que se establece en las condiciones laborales por cuenta ajena, trabajando los fines de semana y disfrutando de menos días de vacaciones en muchos de los casos. No obstante, las mujeres autónomas tienen una segunda jornada, la relacionada con la casa, la atención a los hijos y a personas dependientes. Bueno, es cierto que algunas manifiestan que se lo reparten con la pareja, pero aun un 40% manifiesta que lo asumen todo ellas.

El estudio también indica que la remuneración que obtienen es, mayoritariamente, similar o peor que si trabajaran por cuenta ajena, pese al riesgo que conlleva desarrollar una actividad propia. En el caso de mujeres a cargo de familias monomarentales o con personas dependientes, esta situación se agrava, dado que se incrementa el número de horas de dedicación al trabajo. Más necesidad económica, más dedicación al trabajo, con mayor dedicación también a la casa, a los hijos y a las personas dependientes.

Las mujeres autónomas son unas auténticas malabaristas del tiempo. ¿Una de las grandes ventajas de ser autónoma? La flexibilidad horaria. ¡Sólo faltaría! Sin flexibilidad no serían posibles las malabaristas. Hay más elementos que hacen posible que los engranajes de los hogares y los negocios de las mujeres autónomas funcionen. Uno de ellos, la subcontratación de servicios de atención al hogar, a los hijos, a personas dependientes, la cual conlleva costos que se cargan a sus espaldas en forma, también, de más horas de trabajo.

Contrariamente a lo que algunas personas podrían imaginar, las malabaristas no han logrado alargar la jornada y, como los días de las mujeres autónomas también tienen 24 horas, ¿de dónde se restan las horas de más que se dedican al trabajo y al hogar? Pues de las horas personales, de ocio, de relaciones sociales y de dormir. En resumen, de elementos que contribuyen al bienestar de la mujer autónoma, elemento clave para la salud de la persona y la del negocio. Dos grandes costes ocultos.

Las mujeres autónomas son unas auténticas malabaristas del tiempo

¿Qué decir del trabajo no remunerado? Otro de los grandes costos ocultos que tenemos como sociedad, tan necesario y, a la vez, tan poco valorado. La red cercana de la mujer autónoma es otro apoyo no remunerado de amigos y familiares que hacen posible la atención a la familia. Otro recurso habitual, y quizá el más desconocido, es llevarse el hogar al trabajo. Un claro ejemplo sería llevarse al hijo a la tienda o al despacho cuando no puede ir a la escuela.

Sobre las renuncias, quiero destacar, en primer lugar, la referente a su actividad, con la disminución de la jornada laboral. ¿Os suena aquello de que las mujeres tenemos tendencia a buscar trabajos de jornada parcial para atender a la familia? Pues en el caso de la mujer autónoma, este elemento tiene un impacto directo, no sólo en sus ingresos, sino en la viabilidad y la continuidad empresarial. Estas actuaciones relacionadas con el uso del tiempo y la conciliación, afectan los ingresos de la actividad, a la remuneración de la mujer autónoma y a sus cotizaciones. Podemos añadir, pues, la renuncia también a pensiones futuras dignas, sobre todo en un colectivo donde el peso de mayores de 55 años se ha incrementado en los últimos años.

Finalmente, la renuncia a la maternidad. Esta renuncia, vital, puede ser muy dolorosa. Porque aquí no hablamos de mujeres que no quieren tener hijos; hablamos de mujeres que quieren tener hijos y que, para poder desarrollar su proyecto profesional, deciden no tenerlos. ¿Y nos extraña que el peso de mujeres autónomas jóvenes haya disminuido?

Desarrollar una actividad por cuenta propia crea empleo, tracciona otras actividades, arraiga y dota de servicios e infraestructura al territorio. En definitiva, crea riqueza y bienestar. La responsabilidad de crear un entorno que no sólo no dificulte el desarrollo de la actividad de la mujer autónoma, sino que lo favorezca, es social y política. Hay que incidir en la cultura y en las estructuras sociales, en la legislación, en infraestructuras y servicios accesibles y cercanos, con una mirada transversal y, a la vez, diferencial para atender las necesidades de los negocios impulsados por mujeres autónomas.

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