InicioCoyunturaLos autónomos también nos ponemos enfermos

Los autónomos también nos ponemos enfermos

Elisabet Bach es consejera económica y financiera

Hace tiempo me contaron un chiste que decía que un hombre perdido en el desierto encuentra una lámpara con un genio. Al frotarla, el genio aparece y le ofrece concederle un deseo. El hombre, después de pensárselo, decide que lo más valioso es la salud. Así que le dice al genio: “Haz que nunca me ponga enfermo”. El genio hace un gesto con la mano. Viendo la ausencia de cambios visibles, el hombre le dice al genio: “¿Ya está? ¿Estaré sano para siempre?” Y el genio le contesta: «Te he hecho autónomo«.

Este tipo de chistes, comentarios y gags televisivos sobre la “buena salud” de los autónomos son bastante comunes. Pero la realidad es muy distinta.

Según una encuesta realizada por Pimec Autònoms, el 65% de las y los autónomos encuestados se habían puesto enfermos en los últimos 3 años. Sin embargo, sólo el 50% habían pedido la baja.

Según los datos de la Seguridad Social, la incidencia de bajas del colectivo autónomo en Cataluña es de 11 por cada 1.000 autónomos, muy por debajo de las 51 bajas por cada 1.000 personas contratadas por cuenta ajena. Por el contrario, la duración de las bajas es de 82 días, muy por encima de la duración de 25 días en el trabajo asalariado.

Es decir, que los autónomos sí enfermamos, pero sólo solicitamos la baja cuando estamos muy enfermos. ¿Por qué? Pues seguramente por una combinación de factores:

  • Mantener la actividad económica: la necesidad de no perder clientes e ingresos obliga a muchos autónomos a seguir trabajando a pesar de estar enfermos. Como me decía un abogado: «Si no voy al despacho durante un mes, cuando vuelva será un desierto.»
  • Prestaciones de la Seguridad Social: son bajas, con el añadido de que, durante los dos primeros meses, es necesario continuar pagando la cotización. Con lo que queda, ¿cómo pagar los costes de mantener una actividad sin facturación e ingresar una nómina para mantenerse a nivel personal?
  • Bajo nivel de ingresos del colectivo: un 44% manifiestan que su “nómina” es inferior al que ingresarían por cuenta ajena, lo que dificulta pagar unas cotizaciones más elevadas.

Estas condiciones se vuelven especialmente graves en casos de enfermedades graves o bajas prolongadas. La salud física y emocional del trabajador autónomo puede deteriorarse y afectar también a su negocio. Esto crea un círculo vicioso: la persona enferma, el negocio se deteriora, y esto empeora aún más el estado emocional del trabajador. En resumen, lejos de encontrar un círculo virtuoso de apoyo en situaciones tan difíciles, entra en un círculo de deterioro de la persona y de la actividad personal, no sólo a corto plazo, sino cuando se recupera de la enfermedad, dado que el negocio puede no haber sobrevivido a ese proceso.

Y es que detrás de la creencia de que «los autónomos no se ponen enfermos» se esconde la falta de un sistema que garantice condiciones adecuadas para que los autónomos puedan acceder a prestaciones suficientes para garantizar su viabilidad personal y económica durante situaciones de vulnerabilidad.

Es necesaria una revisión profunda del sistema que protege el trabajo autónomo. Es necesario que se realicen los cambios que permitan a las y los autónomos acceder a prestaciones suficientes para afrontar situaciones de enfermedad sin comprometer su actividad ni su estabilidad. Igualar derechos no significa tratar a todos igual, sino ofrecer soluciones adaptadas que garanticen que los negocios y las personas autónomas puedan superar estos momentos de vulnerabilidad y recuperarse con normalidad. Ha llegado el momento de actuar con determinación para asegurar un futuro más justo y seguro para los autónomos.

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