Francisco M. López es ingeniero de Gestión por la Universidad de Saint-Louis, de Bruselas, y autor, entre otros del libro “Vender con Margen” publicado por Libros de Cabecera.
Si hay un concepto que siempre es recurrente a la hora de analizar la economía de un país o la eficiencia de una empresa es la productividad. Un concepto tronado hasta la saciedad y que tiene muchos adeptos, aunque la gran mayoría no hayan entendido nunca la importancia de su significado real y los riesgos de un enfoque erróneo.
La productividad se viene usando como un comodín para salvar situaciones de crisis.
Cada vez que hablamos de productividad, se encienden las alarmas sobre si es baja, si hay que incrementarla y cómo conseguirlo. En la mayoría de los casos, hacemos hincapié sobre la necesidad de mejorar e incrementar la productividad de las personas.
Si queremos lograr un impacto real en el rendimiento, será necesario actuar sobre el sistema y sobre la organización
Aquí reside el primer error. Buscar la productividad individual puede parecer una buena idea en la que hay que invertir recursos, pero en realidad es un brindis al sol. Salvo que la persona trabaje de manera independiente, fuera de una organización, los resultados de la mayoría de los programas o formaciones para incrementar esa productividad individual serán prácticamente nulos. Si queremos lograr un impacto real en el rendimiento, la productividad y la eficiencia será necesario actuar sobre el sistema y sobre la organización, no únicamente sobre las personas.
Los líderes buscan obsesionadamente mejorar la productividad de su equipo, incluso la suya propia, echando mano de un sinfín de formaciones impartidas por RRHH, o el gurú de moda, sobre gestión del tiempo, bandeja cero y muchas otras fórmulas que prometen resultados impactantes sobre el incremento de la productividad pero que no dejan de ser picos esporádicos.
Solo cabe observar el día a día de la mayoría de las personas, inundadas por los emails, sin tiempo para pararse a analizar situaciones nuevas o incapaces de centrarse en las prioridades de la empresa, para darse cuenta de que tanto truco de productividad individual, no funciona.
Las personas no trabajan aisladas en una burbuja
La teoría puede que sea buena, pero su aplicación no ha tenido en cuenta que las personas no trabajan aisladas en una burbuja, sino que son parte activa de una organización con complejas relaciones que las hacen interdependientes del resto de la empresa y que tienen un efecto directo sobre la productividad individual. No hay teoría que se aguante cuando el gerente te pide que dejes todo lo que estás haciendo para atender urgentemente una de sus peticiones.
95% de los problemas a los que se debe enfrentar una empresa tienen que ver con el sistema, con sus procesos internos mal enfocados, mal interpretados y diseñados. En raras ocasiones tienen que ver con las personas.
La productividad no va de personas. Va de procesos y de sistemas
La única solución realmente eficiente debe incidir sobre el sistema
Solo hace falta hacer un DAFO en una empresa para confirmar que las Debilidades, que centran los procesos internos, ocupan la mayoría de las críticas. La productividad no escapa a esta estadística. Las soluciones personales pueden aportar algunas respuestas, pero la única solución realmente eficiente debe incidir sobre el sistema, los procesos y nunca sobre las personas.
La productividad individual es el nuevo canto de sirena que muchos gerentes abrazan como la solución a todos sus males. De hecho, no deja de ser una visión infantil que permite culpabilizar al individuo en lugar de hacer autocrítica y atajar el problema real que tiene que ver con una mala organización o procesos deficientes.
De qué me sirve incrementar la productividad de un individuo si el resto de la empresa no será capaz de seguir su ritmo. Al final lo que tendremos es una persona quemada que tirará la toalla o abandonará la empresa.
El mejor ejemplo lo tenemos en las cadenas de producción donde la velocidad máxima no la determina la máquina más rápida, sino la máquina más lenta.
La otra pregunta es si incrementar la productividad es realmente necesario para ser competitivo. La respuesta es claramente no.
La mayoría de las personas tiene una interpretación errónea de este concepto, que a menudo está asociado con la tan deseada reducción de costos y precios competitivos. No hay cosa más equivocada en esta interpretación.
El error de aplicar modelos de cálculo de costos totales que incluyen costes diversos
La productividad tiene que ver con la capacidad de fabricar un producto o desarrollar una tarea en el menor tiempo posible. Si mejoro la productividad, podré hacer más cosas, producir más productos en el mismo tiempo. Hasta aquí, todo correcto, salvo que fabricar más cosas no significa que estas sean más baratas. La mala interpretación es el resultado de aplicar modelos de cálculo de costos totales que incluyen los costes de mano de obra, de estructura, financieros etc. De esta manera, cuanto más produzco, menor es la repercusión de esos costes sobre el coste del producto. Un error grave que conduce a las empresas a priorizar el volumen creando economías de escala que acaban llenando las existencias.
El uso generalizado del modelo de cálculo de costes totales es la causa principal de que muchas empresas sean incapaces de conocer la rentabilidad real de sus ventas y por lo tanto la rentabilidad de su empresa.
De hecho, el incremento de la productividad se convierte en una trampa mortal que conduce poco a poco y sin darse cuenta a la empresa hacia el abismo.
Una falsa ilusión con resultados desastrosos
Incrementar la productividad tiene que ver con el mercado, con la demanda, con el cliente. Nunca con los costes del producto o con ser más competitivos en precios. Es una falsa ilusión con resultados desastrosos.
Antes de incrementar la productividad, hay que estar seguro de que hay un mercado capaz de absorber ese incremento de la oferta sin necesidad de reducir los precios de venta y menos los márgenes comerciales.
Si no hay mercado para mi exceso de producto, acabará en las existencias, en liquidación o a la basura. Al final no habré ganado nada.
Un arma poderosa pero muy peligrosa si no somos capaces de interpretarla
La productividad es, como pasa con los precios, un arma poderosa pero muy peligrosa si no somos capaces de interpretarla y aplicarla correctamente.
El secreto no está en vender más y más, sino en vender mejor, apostar por el valor y generar margen.
A veces, vendiendo menos ganamos más.
Artículo publicado en Profit Thinking y reproducido con permiso expreso de su autor.