Genís Roca es empresario, arqueólogo y presidente de la Fundació puntCat.
La información es poder, y así ha sido siempre. En muchos episodios de nuestra historia la diferencia entre una victoria o una derrota ha dependido de la información. De conseguir descifrar el código secreto de la máquina Enigma y así poder acceder a los mensajes del enemigo, o filtrar información falsa y hacerle creer que el desembarco será por Calais en lugar de Normandía. El control y la gestión de la información siempre han sido claves para cualquier objetivo, y en concreto para el ejercicio del poder.
La información es poder y por tanto despierta bajos instintos y malas prácticas
Como apunta el siempre brillante y pesimista Yuval Noah Harari, en los regímenes dictatoriales la información fluye principalmente de arriba abajo y se dificulta que circule de manera descontrolada o incluso entre iguales, mientras que en las sociedades democráticas se permite y promueve que la información fluya en múltiples sentidos –libertad de prensa, libertad de expresión, leyes de transparencia…– o al menos así debería ser, porque la información es poder y por tanto despierta bajos instintos y malas prácticas.
El caso Pegasus es un ejemplo de cómo el deseo de información puede ir más allá de lo legal en un Estado democrático, y las ‘fake news’ son otro ejemplo de cómo los poderes políticos y económicos pueden corromper la información para despistar ya no al enemigo, sino también a la población. Es paradójico que en pleno desarrollo de la sociedad de la información ya no seamos capaces de discriminar qué información es cierta y cuál no. Puede que siempre hayamos vivido engañados, pero nunca habíamos estado tan desinformados.
No sirve de nada tener mucha información, sino que necesitas tener la buena
Como dicen los especialistas en crisis humanitarias, cuando se sufre una inundación hay que preservar las fuentes de agua potable. Cuando todo es agua, la supervivencia depende de poder preservar la buena. Lo mismo pasa con la información: la supervivencia va a depender de conseguir preservar las fuentes. Antes la información era poder, pero ahora no siempre. Ahora solo tienes poder si tienes acceso a un flujo constante de buena información. Es decir, no basta con tener la información de hace unos días, necesitas tenerla actualizada. Y no sirve de nada tener mucha información, sino que necesitas tener la buena. Así que hay que poner el foco en las fuentes, y por tanto, vuelven los editores.
¿Cuál es tu fuente para descubrir nuevos intérpretes de jazz? ¿Cuál es tu fuente para tener opinión del conflicto en el Próximo Oriente? ¿Cuál es tu fuente para analizar los movimientos de la competencia en tu sector? ¿Cuál es tu fuente para entender el problema de la vivienda en España? En unos casos será un medio de comunicación, en otros una conversación con una amiga ante una cerveza, en otros un desconocido en Twitter. No sirve de nada leer mucho, coleccionar suscripciones, atender múltiples canales o estar siempre en línea. La cantidad es un estorbo. La nueva sabiduría es recuperar el criterio de saber a quién escuchar. Si te tomas algo en serio, elige bien a quién haces caso. Menos es más.
Artículo publicado en La Vanguardia y reproducido con permiso expreso de su autor.