El pasado 17 de noviembre, Escodi, la Escuela Universitaria del Comercio y la Distribución, celebró una jornada en torno a la Economía del bien Común, una iniciativa nacida en Austria hace 10 años y que fue bendecida por la Comisión Europea en 2015. La Economía del Bien Común persigue un cambio en el enfoque global de la sociedad, con el propósito de maximizar el bienestar del colectivo y reforzar valores tales como la solidaridad, la sostenibilidad, la dignidad humana, la justicia social y la participación democrática.
La amenaza de otras zoonosis
La sesión contó con la participación estelar de Christian Felber, promotor de la Economía del Bien Común, quien en el inicio de su intervención lanzó una inesperada alerta a los participantes en esta interesante jornada: «El modelo actual nos aporta bienestar, pero también malestar, como lo demuestran las continuas crisis a ritmo forzado que estamos sufriendo; desde la económica de 2008, al cambio climático, el descontento de las nuevas generaciones que se ven obligadas a salir a la calle o el propio coronavirus… y otras zoonosis. La presión ecológica excesiva a la que estamos expuestos es la responsable de que estos virus salten al entorno de los seres humanos a un ritmo forzado».
Felber advirtió que «el actual modelo económico necesita una transformación»; una transformación orientada al bien común, un valor universal, presente en todas las culturas desde antiguo. El promotor de la Economía del Bien Común hizo referencia tanto a Adam Smith como a otros economistas de la época, a quienes definió como «más solidarios, éticos y justos que los que les sucedieron y que se pusieron al servicio de los intereses financieros».
«Economía y ética tienen que ser un matrimonio»
De hecho, según Christian Felber no fue hasta 1902, con la economía neoclásica, cuando se acuñó el término «homo economicus», que se atribuye a Vilfredo Pareto. «Pero economía y ética tienen que ser un matrimonio», reivindicó Felber, quien también subraya que la mayoría de Constituciones democráticas valoran el bien común, como la bávara, la colombiana, la chilena… o la española, que en su artículo 128 afirma que «toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general».
«Sin embargo -denunció Christian-, la corriente neoclásica actual mide la economía a través del PIB, de los balances financieros y de los réditos financieros. Están midiendo la acumulación y disposición de medios, mientras que la Economía del Bien Común propone reorientar las actividades económicas hacia el propósito que definen las Constituciones». En este sentido, Felber propone medir la economía a través de los productos del Bien Común, el balance del Bien Común y el examen del Bien Común.
11.000 simpatizantes y unas 700 empresas adheridas
«Cuanta más responsabilidad asuman las empresas, mayor justicia social existirá. Un mayor comportamiento ético conducirá al éxito de las empresas y sus valores serán acordes con los de la sociedad», señaló el austriaco promotor de la Economía del Bien Común, que ya cuenta con 11.000 simpatizantes y unas 700 empresas adheridas, además de algunas administraciones públicas y universidades.
«Hay que repensar la economía, la empresa y la imagen del ser humano -reivindicó Christian Felber-. Debemos recuperar el sentido griego del término «economía» (oikonomia), opuesto por completo a la «crematística» (chrematistiké). En la Universidad, la Teoría de la Empresa que se imparte está orientada a la maximización del beneficio y no nos enseñan a que las empresas se pueden orientar a la Economía del Bien Común».
Una economía «amable, considerada, empática y holísticamente responsable»
En su rúbrica, el ponente abogó por una economía «amable, considerada, empática y holísticamente responsable»; unos parámetros que recogió Montse Junyent, presidenta de la Asociación de la Economía del Bien Común en Cataluña, quien hizo hincapié en la necesidad que en este modelo económico se impliquen «todos los agentes sociales: empresas, sector público, sistema financiero y ciudadanía, a través de un consumo responsable y consciente» que también deben observar las compañías en las relaciones con sus proveedores.
Montse Junyent animó a pasar de la competencia a la cooperación y de la maximización del beneficio a la maximización de la Economía del Bien Común; a un sistema donde «el dinero pase de ser un fin a ser un medio». Junyent recordó que este nuevo modelo aboga por «una economía basada en valores; por un cambio donde adoptan protagonismo la dignidad humana, la solidaridad, y la justicia social, la sostenibilidad ecológica, la transparencia y la participación. Una economía centrada en la persona y que respeta los límites ecológicos».
Abandonar el valor para el accionista y abrazar el valor para la sociedad
La presidenta de la Asociación de la Economía del Bien Común en Cataluña reivindicó la necesidad de «redefinir el éxito económico y a abandonar el valor para el accionista que definía la economía del siglo XX y abrazar el valor para la sociedad que tiene que emerger en el nuevo milenio. A cambiar el éxito definido por el balance financiero por el éxito en el balance de los impactos sociales y ambientales».
Junyent concluyó refiriéndose a ese balance del bien común, «como una herramienta de gestión». Si en la actualidad el precio sigue siendo el principal factor de la decisión de compra, las buenas prácticas ambientales y las marcas éticas inciden en esa decisión, está surgiendo una nueva ola de consumidores con conciencia ambiental, el reto del retail está claro: «Satisfacer las demandas del consumidor ambiental sin renunciar a cualidades como el precio, la velocidad de entrega o las devoluciones gratuitas, a pesar de que algunas de ellas, a priori, puedan ser contrarias a las prácticas sostenibles y éticas».