Artículo publicado en VIA Empresa y reproducido con permiso expreso de su autor.
Josep-Francesc Valls es director de la Cátedra Escenarios de Futuro del Retail, Turismo y Servicios en la UPF-Barcelona School of Management.
Los grandes cambios tecnológicos, como el digital, se desarrollan demasiado a menudo con un zapato y una alpargata. El zapato, por el descubridor y por quien aporta el dinero necesario para hacerlo posible. La alpargata, por los últimos escalones de la cadena de suministro. El expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha tildado «de obscena desigualdad» el seguimiento mundial del sumergible Titan en su periplo para contemplar los restos del Titanic. Es difícil, ha dicho, sostener una democracia con una concentración tan masiva de riqueza y tanta disparidad en las oportunidades de la vida de las personas. A pesar del esfuerzo público para domesticarla, fehacientes, la economía ‘gig’ (economía de bolos) de los trabajos temporeros, de corta duración, y pésimamente pagados, penetra en cada vez más ámbitos económicos.
La idea era brillante. Fue recibida como una gran innovación entre los millonarios del Mundo. Se trataba de llegar a tocar el Titanic y acabar haciéndose de oro con este tipo de viajes exóticos a 250.000 euros de una semana de duración. Para construir el sumergible, un pequeño dispositivo de seis metros, se utilizaron piezas de dos duros, sin ningún tipo de seguridad, que los ‘riders’ de Amazon -con un salario un 6% inferior a la media nacional- las llevaban a casa.
Medio millón de euros para volar al espacio exterior
Paralelamente, Virgin Galactic pide este verano medio millón de euros para volar al espacio exterior. La expedición está siendo probada estos días para poder iniciarse comercialmente en agosto. Aunque tiene cariz científico, para hacer el viaje de hora y media, los pasajeros – como los del Titan- tendrán que firmar un documento exculpando a la compañía de cualquier vicisitud. Hay 800 personas en la lista de espera, que de seis en seis, tendrán el privilegio de montarse a la nave, una vez al mes.
Las tecnologías utilizadas en ambos experimentos no superan ni de lejos las de la inmersión náutica ni las de las agencias espaciales. Tampoco han sido testadas de forma conveniente. De lo contrario, las horas de inmersión o vuelo de los aparatos no superan, según los expertos, los riesgos que se tendrían que prever. Vaya, estamos hablando de inventos ‘low cost’.
Experimentar reduciendo los riesgos al nivel ínfimo
No queremos sacar ningún mérito al esfuerzo de los experimentos que realizan las empresas de viajes orbitales de Richard Branson. Como tampoco lo haremos del creador de OceanGate, Stockton Rush, el del Titan. Más bien al contrario. Todos los adelantos requieren la dialéctica prueba-error, asumir riesgos y avanzar hasta conseguir el objetivo. La cuestión recae en experimentar reduciendo los riesgos al nivel ínfimo. Y estamos viendo cómo la era digital, aprovechando los menores o nulos controles en la mayoría de los campos para las empresas de la nueva economía, muchas de ellas avanzan más rápidamente de lo que haría falta para evitar tragedias como la de los cinco ricos que se quisieron acercar al Titanic.
Los pasos para hacer viable un proyecto y ganar dinero tienen un recorrido necesariamente lento en la economía clásica, pero en el nuevo escenario, libre de compromisos, todo es posible.
Vacaciones y médicos
Estamos viviendo un verano pletórico. Ni las elecciones generales están reprochando la demanda nacional, mientras la internacional hace tiempo que va disparada. Es igual que los precios del avión hayan aumentado un 15%, como los de los apartamentos turísticos, de los hoteles y de los restaurantes, ACAV confirma que las reservas superan en un porcentaje parecido las del año pasado. Parece que no habrá huelgas y todos buscan recuperarse de los meses que tuvieron que cerrar. Pero los empresarios más conscientes piensan sobre todo en dos cosas: si los clientes quedarán satisfechos y si podrán contar con los trabajadores porque están contentos de trabajar con ellos. La rentabilidad a largo plazo para los segundos será sustancialmente mayor que para los primeros.
Sobre la satisfacción de los clientes, sabremos la respuesta a medio plazo. Sobre la de los trabajadores, solo hay que ver cómo las principales quejas se refieren a la carencia de personal. El otro día, el profesor Niño Becerra denunciaba en «La Ventana» de la Cadena SER de Carles Francino, que si no hay trabajadores que se dejan tentar por este sector es por los horarios, por los salarios, por la provisionalidad del puesto de trabajo y por la falta de concreción de las tareas a desarrollar. A estas cuatro causas, yo añado otra: la formación y la carrera del trabajador en el interior de la compañía. La gente huye de aquellas empresas donde el salario (monetario y emocional) es esquivo y tacaño.
Trabajo en condiciones cada vez más precarias
Y hablando de la dimensión de la economía ‘gig’, aparecen síntomas claros de que los médicos privados que trabajan para las mutuas ya se tienen que contabilizar en ella: honorarios de miseria, recortes, inestabilidad profesional… los conducen a hacer su trabajo en condiciones cada vez más precarias, mientras crece el precio de las pólizas, y sus beneficios. Es fantástico que aumenten las pólizas y los beneficios de las aseguradoras médicas, pero es peligroso que quién realiza la función asistencial sea despreciado de este modo.
Negocios galácticos. Turismo. Médicos privados. Más economía ‘gig’. La UE avanza, a veces demasiado lentamente, al crear marcos normativos idénticos para todos los negocios, de forma que se genere riqueza, sin impedir que cada cual acceda a ella en igualdad de condiciones, impidiendo que el reparto de las ganancias aumente la brecha con la población de los salarios medios. Éste es el sentido de la historia, aprovechando la revolución digital.