Pepe Cabello es coach deportivo y fundador de Diamond Building
El otro día hablaba con una amiga acerca de su trabajo y de esta “nueva normalidad” (tan absurdamente llamada). Le toca incorporarse a su actividad profesional tras vivir un ERTE, que, para ella, así me lo dice, ha sido más un tiempo de vacaciones y de recogimiento personal que otra cosa. Y lo veo bien, ya que no vas a ir a trabajar y vas a tener que estar en casa, al menos “date un viaje” por dentro tuya… igual descubres algo interesante.
Muchísima gente me responde que una de sus pasiones es “viajar”
De eso quiero hablar hoy. ¿Has viajado alguna vez por tu interior? Sí ya sé que es raro preguntar eso. Lo normal es viajar para conocer el “mundo exterior”, culturas ya muertas, monumentos impresionantes que han perdurado por siglos. Incluso para conocer playas exóticas y montañas abrumadoras. Para ponerle “ojo real” a las postales o a los documentales que hemos visto por años. Algunos viajan por descubrir gastronomías nuevas o incluso eso que yo llamo “turismo de personas”, que no es otra cosa que conocer las culturas de los países actuales. La verdad es que cuando pregunto a las personas por sus gustos, muchísima gente me responde que una de sus pasiones es “viajar”.
Para mucha gente, lo que han descubierto no es sino culturas muertas o restos de lo que un día fueron
Para ser sincero, nunca escuché a nadie decir que una de sus pasiones fuera “viajar por dentro de sí mismo ”. En estos meses que llevamos de “retiro espiritual obligado” muchos han descubierto lugares y paisajes inhóspitos dentro de sí. Lamentablemente para mucha gente, lo que han descubierto no es sino culturas muertas o restos de lo que un día fueron. Quedan resquicios de sus grandes conquistas, de sus heroicidades. Pero poco más… Unas fotos para recordar y unas lágrimas que derramar en honor de lo que vivieron y las batallas que ganaron. Sin embargo, sé que mucha gente se ha sorprendido al descubrir que dentro de sí mismos existían lugares preciosos. Paisajes edénicos y rincones aún por conquistar.
Decía San Agustín: «conócete, acéptate y supérate». ¡Qué bárbaro! Nunca leí una frase tan corta y con tanto rigor. Lo de conocerse es brutal y este tiempo ha “iniciado” a miles de personas a ello.
Aceptar, sobre todo aquello que ya no podemos cambiar, es una clave para que la tercera instrucción del santo o del filósofo tenga sentido…
Vivimos en una época donde el autoconocimiento prolifera a través de diferentes filosofías, programas formativos, métodos, etc. Esto es genial, pero no es suficiente. Aceptar, sobre todo aquello que ya no podemos cambiar, es una clave para que la tercera instrucción del santo o del filósofo tenga sentido… Supérate. No podemos superarnos si dentro de nosotros descubrimos “escombros que recoger”, “heridas que sanar”, “rencores que aliviar” o “raíces de amargura” que han agarrado en lo más profundo de los corazones.
El proceso de sanación comienza por descubrir, por conocer, por aceptar, por perdonar (limpiar) y luego por superar. Dentro de ti existe un mundo maravilloso, que definitivamente va a condicionar el mundo exterior en el que vives. Nuestro mundo externo lo determina nuestro mundo interno. Quizá mucha gente estaba o está frustrada con el mundo externo en el que vivía o vive ahora, pero no es otra cosa que el reflejo de lo que hay dentro de ti. Si no te gusta lo de fuera, igual tenemos que darnos un viaje turístico por dentro.
“Nada ha cambiado, sólo yo he cambiado, por lo tanto todo ha cambiado”
No, no estoy diciendo que aceptar sea “comulgar con ruedas de molino”. Lo que digo es que si tu mundo interno está descubierto, lo conoces, lo disfrutas y está lo más sano posible y además lo recomendarías a tus mejores amigos, este mundo interno va a determinar la manera en que tú observas tu alrededor y como consecuencia va a impregnar emocionalmente todo cuanto percibes. “Nada ha cambiado, sólo yo he cambiado, por lo tanto todo ha cambiado”, dice el Talmud.
Te pregunto: ¿Te harías una foto en tu mundo interno para subirla a redes sociales? Y me refiero sin falsedades de sonrisas de dentífrico o con posturas especiales para verte mas atractivo o atractiva… ya me entiendes, ¿verdad?
Ha conquistado rincones desposeídos durante años y ha limpiado escombros de construcciones ya derribadas
¿Publicitarías a tus amigos que viajaran por ti… que te descubrieran? ¿Qué mundo hay dentro de ti? Cuando mi amiga Eva regrese esta semana a su empleo, lo hará habiéndose conocido mucho más, habiendo aceptado cosas que no puede cambiar y es así como podrá superar los escollos que esta absurda “nueva normalidad” nos trae. Para mi amiga, ha sido un verdadero descubrimiento viajar por ella, por su mente, por sus emociones, por su cuerpo. Ha conquistado rincones desposeídos por ella durante años y ha sido capaz de limpiar escombros de viejas construcciones ya derribadas. A Eva, hoy le brillan los ojos porque se dio cuenta que el mundo en que vive lo percibe a través de su mundo interno.
Quizá Aristóteles tenía razón cuando sentenció que «la vida es un camino de retorno a uno mismo». ¿Y si este tiempo fuera una invitación a conquistar lo más complicado de conquistar? A nosotros mismos. Para ello, debemos potenciar una de las pocas competencias que te harán libre: “el pensamiento critico”. Es decir, la capacidad que te fue otorgada para pensar por ti mismo y no dejarte influir ni manipular por los demás, ni por los medios de comunicación, ni por los políticos, ni por las opiniones vertidas en las redes sociales. Pensar por nosotros mismos… Uuff… ¿algún día lo lograremos? De momento, me siento feliz de saber que, como mi amiga Eva, tú estás viendo en todo esto una enorme oportunidad de viajar por el paraíso más hermoso que jamás podrás descubrir… tu propia vida. Y hacer de ella el Edén que realmente fue diseñado cuando fuiste pensado.