Artículo publicado en VIA Empresa y reproducido de manera expresa por su autor.
Oriol Amat es rector de la Universitat Pompeu Fabra.
Si observamos lo ocurrido en los últimos tiempos con las previsiones económicas podemos comprobar que la práctica totalidad han sido erróneas. No anticiparon la profunda crisis financiera de 2008, ni la crisis del euro de 2013, ni el hundimiento de la economía por el coronavirus en 2020, ni la inflación sin control de 2022. Para poner un ejemplo, en abril de 2020 cuando había empezado la pandemia, se hicieron múltiples previsiones sobre la caída de la actividad económica. Las previsiones del PIB (Producto Interior Bruto) iban desde una caída del 8% hasta una caída del 65%. ¿Cómo es posible esta disparidad tan grande? Hay muchas causas, la más importante es que no se tenía ni idea de cómo evolucionaría la pandemia desde el punto de vista sanitario ni de cuando se descubrirían vacunas que fueran efectivas. En realidad, estos errores de previsión no son un tema nuevo, puesto que ha pasado siempre. Cuando la economía evoluciona de manera inercial, las previsiones se acercan bastante a lo que sucede después. Pero cuando hay fenómenos disruptivos, las previsiones no los anticipan. En este artículo intentaremos explicar algunas claves de por qué pasa esto y qué podemos hacer para solucionarlo.
No podemos acertar simultáneamente qué pasará y cuando pasará
Para empezar, hay que tener en cuenta que hacer una previsión quiere decir intentar acertar lo que ocurrirá en el futuro. Ésta es una tarea imposible, a pesar de que la humanidad lo ha intentado desde siempre puesto que para tomar decisiones necesitamos tener una idea de lo que pasará en el futuro. Los chamanes ya se dedicaban a adivinar el futuro hace 30.000 años en el paleolítico. Y también lo intentaban ocho siglos antes de Cristo, los profetas en Babilonia o las pitonisas en el Oráculo de Delfos (Grecia). Y todavía hoy en día hay quien lee las manos, utiliza las cartas del Tarot o confía en la astrología. Los resultados de todos ellos son bastante pobres puesto que tratan un problema que no tiene solución: el futuro no se puede prever de manera fiable. Esto ya lo demostró el premio Nobel Werner Heisenberg en 1927 con su Principio de la Incertidumbre que viene a decir que: “Cuando más precisa es la medición de una posición, más imprecisa es la medida del momento, y viceversa”. Esto quiere decir que no podemos acertar simultáneamente qué pasará y cuando pasará. Por ejemplo, podemos anticipar que la bolsa bajará, puesto que siempre llega un momento en que baja, pero es imposible acertar en qué fecha se producirá el hundimiento.
¿Cómo podemos actuar?
Entonces, si aceptamos que no podemos pretender acertar el futuro: ¿cómo podemos actuar? Puesto que para tomar decisiones hay que tener una idea de lo que puede suceder en el futuro. Por ello, podemos proponer varios tipos de actuaciones:
• Si queremos prever el futuro hay que estudiar el pasado. Así estaremos preparados cuando se repitan escenarios de años anteriores. Ya lo decía Charles Darwin: “La historia se repite. Éste es uno de los errores de la historia”.
• Cuando se producen cambios repentinos, tanto en positivo como en negativo, nos conviene no sobreactuar. No perdamos de vista que inclusive en los cambios disruptivos, no cambia todo y, de hecho, la mayoría de las cosas no cambian. Por lo tanto, nos conviene entender bien el presente.
• En lugar de pensar en “el futuro”, como si solo pudiera producirse uno, lo que podemos hacer es pensar en los diferentes futuros que se pueden producir. Como que es muy difícil anticipar cambios disruptivos, podemos identificar diferentes escenarios, desde el más positivo hasta el más negativo y como, posiblemente, ninguno tiene probabilidad cero, se trata de tener preparados planes de contingencia por si se producen las situaciones más extremas, ya sean negativas o positivas.
Como la incertidumbre es inevitable tenemos que hacer e interpretar las previsiones económicas con mucha humildad
En definitiva, no nos tenemos que tomar las previsiones económicas como verdades absolutas. Nos irá mejor si estudiamos bien el pasado, intentamos entender el presente, nos preparamos para escenarios muy diferentes y no sobreactuamos cuando lleguen situaciones inesperadas. Como la incertidumbre es inevitable tenemos que hacer e interpretar las previsiones económicas con mucha humildad. Otra opción si queremos hacer previsiones y no salir escarmentados, es hacer previsiones a ciento años vista, puesto que si nos equivocamos nadie nos lo podrá echar en cara.