Xavier Marcet es consultor en estrategia e innovación y CEO de la consultora Lead to Change.
Francesc Santacana fue uno de mis maestros. Él decía que estaba contra la tontería, es decir, contra el conferir transcendencia a la banalidad. Los mediocres ponen el foco en la tontería. Rebozan la tontería de anglicismos, pero la mediocridad con anglicismos continúa siendo mediocridad. Las tonterías y las excusas son la materia prima de la mediocridad. Igual que la consistencia y la humildad son la materia prima de la sabiduría.
Siempre hay una excusa para no cerrar una venta
En nuestro trabajo podemos dar resultados o excusas, pero solamente prosperamos desde los resultados. Es mucho mejor especializarse en dar resultados que en dar excusas. A pesar de ello, hay gente que presenta una querencia recurrente por las excusas. Su arte consiste en aliñar con relatos más o menos verosímiles la falta de resultados. Siempre hay una excusa para no cerrar una venta, para un retraso en la producción o una entrega, por una calidad que chirría, por una innovación que era una ocurrencia o por una impuntualidad que derivó en estructural. Siempre hay una razón para procrastinar. Siempre hay una coartada para rechazar el esfuerzo. Los constructores de excusas siempre pretenden poblar de razones a la indolencia.
La gente de talento ofrece resultados por encima de la media. La gente de no talento ofrece excusas por encima de la media. Las cosas avanzan cuando alcanzamos resultados, cuando decidimos arriesgar y probarlo. Y si un día no damos resultados no habrá que buscar excusas para levantarnos. En la adversidad las excusas suenan más dulces, pero son igualmente infructuosas. La poética del fracaso no puede ser más que un abrigo efímero. La autoexigencia es el motor de los resultados. La indolencia es el motor de las excusas.
Hay empresas que intentan que cada punto de contacto entre departamentos sea una oportunidad de mejora
Entre los diseñadores de excusas destacan aquellos que endosan las culpas a los otros. Los departamentos comerciales que echan la culpa al departamento de logística o al equipo de marketing, los de logística que desahogan sus excusas en el departamento producción, éstos a la vez señalan que el problema está en los de compras, los de compras miran a los de planificación y éstos finalmente proclaman con convicción que todo es culpa del efecto VUCA. Las excusas se envuelven de puñales que vuelan cual aviones de papel. Hay empresas que intentan que cada punto de contacto entre departamentos sea una oportunidad de mejora. Pero hay empresas que cada punto de contacto entre departamentos deviene un punto de fricción y una oportunidad para excusarse en las carencias del otro. Los equipos de dirección deben practicar la solidaridad directiva y atajar estas dinámicas que son devastadores cuando llega el día que repercuten en los clientes. Necesitamos culturas corporativas dónde las excusas sean caras y estén mal vistas. De un concierto de excusas no sale una sinfonía. Los silos, las capillitas, son el territorio natural para proclamar las indulgencias propias y sentenciar que la culpa es de los demás. Hay que tatuar en la piel de los directivos y de los mandos intermedios que en una empresa nadie gana la guerra por su lado. Que las excusas de unos son el fracaso de todos.
Más que excusas necesitamos culturas dónde sea posible asumir fracasos con responsabilidad, es decir exponer claramente las falencias y acompañarlas de propuestas de solución. Todos podemos tener errores, olvidos o malos momentos, pero saber asumir estos fallos es ayudar a que en las empresas reine una cultura de autenticidad y de solidaridad. Todo lo demás nos lleva al desencuentro.
Los líderes que son asiduos a las excusas deterioran su influencia y agrietan su ejemplaridad
Las disculpas se entregan desnudas. Vacías de excusas y llenas de autenticidad. Saber pedir disculpas con autenticidad nos fortalece si inmediatamente impulsamos soluciones para no caer otra vez en el error. Los líderes que son asiduos a las excusas deterioran su influencia y agrietan su ejemplaridad. Dar explicaciones es el camino. Parapetarse en las excusas debilita la confianza. Las cosas no son fáciles. Lo sabemos. Alcanzar resultados es duro. Lo sabemos. Pero antes de esconder los problemas y caminar indolentemente hacia el callejón sin salida de las excusas, hay que tener la valentía de la humildad y compartir los problemas antes que no tengan más salida que una mala excusa. Compartir adversidades no nos hace menos comprometidos ni nos hace menos eficientes, simplemente buscamos soluciones propias de un equipo. Los equipos también sirven para socializar dudas, miedos, desajustes. Los equipos sirven para construir soluciones que nos eviten frecuentar el valle de exculpación. Hay veces que simplemente hay que hacer que las cosas pasen. Just do it. Imagino la desesperación de estos integrantes de equipos con un líder que no es capaz de tomar decisiones, que marea la perdiz, que vive solamente para evitar que los problemas aterricen en su mesa. Que la gente dude no es malo si quiere decir que piensa. El problema es la gente que duda de un modo estructural y no sabe salir del laberinto de sus miedos e inseguridades.
La autenticidad es lo que nos permite esquivar la mediocridad
En algunas empresas hay todavía una revolución pendiente: la de la autenticidad. Las excusas espesan la mediocridad. La autenticidad es lo que nos permite esquivar la mediocridad. Las excusas resuenan como ecos habituales en las empresas dónde lo que se dice y lo que se hace tiene una relación relativa. Las excusas aforan cuando hacemos las cosas a medias. La falta de determinación en los proyectos anticipa una exculpación que llegará más pronto que tarde. Necesitamos líderes que sean un ejemplo de autenticidad. Hay un management del meandro. Su consigna parece ser: si puedes complicarlo no lo hagas fácil. Basta. Necesitamos avanzar con foco y determinación. A veces las sinuosidades son necesarias cuando exploras. Pero a partir de un momento se requiere foco y determinación. Liderazgos resueltos. Gente acostumbrada a avanzar a sabiendas que habrá incertidumbre, límites y equipos imperfectos. La COVID nos dejó algunas enseñanzas, una de ellas es que la determinación es fundamental. La autenticidad también. A veces hay que poner la directa. No podemos pasar toda nuestra vida en ámbar, a veces hay que escoger la luz verde del semáforo. Dejar de disfrazar los miedos en excusas y hacerlo. Simplemente hacerlo. Velocidad de crucero. Y llevar el maletero lleno de humildad, empatía y sencillez.
Artículo publicado en La Vanguardia y reproducido con permiso expreso de su autor.