Artículo publicado en VIA Empresa y reproducido con permiso expreso de su autor.
Genís Roca es empresario, arqueólogo y presidente de la Fundació .cat.
Mucha gente debe estar ya aburrida de los mensajes recurrentes advirtiendo que ahora toca abordar una urgente transformación digital. Empieza a ser ya una falta de respeto pues cada uno de nosotros, tanto empresarios como ciudadanos, llevamos décadas haciendo y volviendo a hacer sucesivas transformaciones digitales, y pese a este esfuerzo nos continúan tratando como sospechosos de no estar entendiendo nada y no estar dispuestos a esforzarnos de verdad.
Hacia finales de los años 80 llegaron los ordenadores personales e incorporarlos a nuestras rutinas y procesos no fue nada sencillo. Y lo hicimos. Hicimos cursos de MS-DOS, de Lotus 123 y de WordPerfect, aprendimos que había memoria RAM y ROM, formateábamos disquetes de 3’5” y configurábamos las impresoras, que entonces se llamaban periféricos. Todo era muy raro, complicado y caro, pero lo hicimos.
Hacía falta tener página web si eras una empresa
A finales de los 90 llega Internet, y nos explicaron que era indispensable estar ahí. Que hacía falta tener página web si eras una empresa, y un blog si eras una persona inquieta, empezamos a utilizar Geocities, Yahoo, Hotmail, Messenger y MySpace, y vimos aparecer AOL, Olé, Terra y no sé cuántas cosas más antes de que en el 2000 estallase la primera de las muchas burbujas que hemos visto.
Ya cerca del 2010 vivimos la llegada de los primeros teléfonos móviles tal y como los entendemos hoy día, multifuncionales y con pantallas táctiles, y también los incorporamos y nos adaptamos. Coincidió con la llegada de las redes sociales y su derivada en la construcción o destrucción de la opinión y un nuevo diseño de lo que entendemos por espacio público. Las redes sociales y lo que suponen han condicionado para siempre la manera de funcionar del turismo, de la prensa, de la política y quién sabe cuántas cosas más.
Todas las cosas también se conectan a Internet
Y ahora estamos presenciando cómo todas las cosas también se conectan a Internet, desde la aspiradora de casa hasta la cama de un hospital, pasando por el reloj que llevamos en la muñeca o nuestro coche, y con todo ello la llegada de una nueva hornada de servicios globales increíblemente personalizados capaces de saber qué hacemos y qué queremos, como Netflix o Spotify, pero también como Pegasus o Hacienda.
Desde los años 80 que nos estamos incorporando una y otra vez a las sucesivas olas digitalizadoras. Pusimos ordenadores en casa, los conectamos a Internet, después los miniaturizamos y nos los pusimos en el bolsillo, y ahora ya lo estamos conectando todo. Tuvimos página web en Internet, y después nos hemos instalado apps y nos hemos dado de alta perfiles en las redes sociales. Llevamos 30 años digitalizándonos.
La digitalización no es una carrera al sprint, es una carrera de resistencia
Así que ahora no nos digáis que tenemos que hacer la transformación digital, porque hace 30 años que la venimos haciendo. Digitalizarse no es abrazar corriendo la última moda para poder explicar que fuiste uno de los primeros, muy al contrario, digitalizar es persistir. Es un esfuerzo continuado, y los esfuerzos continuados sólo son sostenibles si tienes perspectiva y conciencia de que será largo. La digitalización no es una carrera al sprint, es una carrera de resistencia. Cálzate bien, encuentra tu ritmo y no pares.