Jordi Tarragona es consejero de familias empresarias y abogado; profesor de Empresa Familiar en ADE Universitat Central de Catalunya y coautor del libro “Los Aristegui: una familia, una empresa”, publicado por Profit Editorial.
“Padre trabajador, hijo vividor, nieto mendigo”, “de nada a nada en tres generaciones”, “el padre la crea, el hijo la mantiene, el nieto la patea”. Estos son algunos de los dichos, frecuentes en diferentes países, que se refieren al hecho de que las empresas familiares no pasan de la tercera generación. Según el Instituto de Empresa Familiar, en 2015, sólo el 2,6% de las empresas familiares habían superado la tercera generación. Parece por lo tanto que está claro: los dichos no hacen más que reflejar la realidad.
Como dijo el economista Ronald Coase, «si torturas los datos durante suficiente tiempo confiesan lo que sean». El 10% de las empresas familiares llegan a la tercera generación, es decir que superan los cincuenta años de vida, y ¿cuánto han cambiado los negocios en cincuenta años?
Las empresas familiares duran más que las no familiares
La realidad es que las empresas familiares duran más que las no familiares. Según un estudio de Josep Tapies del IESE 2005, sobre 2.254 empresas españolas de facturación superior a 50 millones, el porcentaje de empresas familiares con más de 90 años de antigüedad (3 generaciones) era del 5%, frente al 3% de las no familiares; siendo las edades medias respectivas de 37 años frente a 31. Según un estudio de Pilar Marquès, Universitat de Girona, del 2006 al 2016 en Catalunya la mortalidad de las empresas familiares había sido del 24,7% y del 32,7% en las no familiares.
Además, las empresas familiares son más innovadoras que las no familiares. Las empresas familiares invierten un 66% más en innovación que las no familiares en España, según un informe de EY e IE de 2.045 empresas industriales entre 2006 y 2017.
Las empresas familiares son más rentables que las no familiares
Por otro lado, las empresas familiares generan más confianza en sus clientes y empleados que las no familiares, de forma sostenible de 2013 a 2022, según el Edelman Trust Barometer, 66% frente a 54% en 2022. Y para más inri, según el estudio de Thomas Reuters Credit Suisse Research sobre empresas cotizadas a nivel mundial, las empresas familiares son de forma sistemática desde 2006 a 2018 más rentables que las no familiares.
Entonces ¿a qué son debidos unos dichos tan universales? En primer lugar, a que ésa fue la conclusión del primer estudio que se hizo sobre longevidad de las empresas familiares, Illinois EEUU 1980, y ya se sabe que los titulares son lo que queda. Además, como la inmensa mayoría de las empresas son familiares (90% en España), también lo son las de que desaparecen. Y se confunde la ley de la casualidad con la ley de la causalidad: como que la mayoría de las empresas que mueren son familiares, entonces es que el ser familiar es la causa de la muerte. Es como decir que la principal causa de la muerte es la vida, porque todos los que vivimos dejamos este mundo terrenal.
Vender puede ser una buena decisión
Volviendo al 2,6% inicial de las que llegan a cuarta generación hay que tener en cuenta que hay verdades, mentiras y estadísticas. Las que no superan la tercera generación no quiere decir necesariamente que dejen de existir. En más de un caso –cada vez más- lo que ha hecho la familia es vender la empresa; porque “continuar es una opción, no una obligación”. La fiscalidad incentiva a hacerlo, porque más allá de los primos es muy difícil poder cumplir los requisitos –que algunos quieren endurecer más- para ser a los ojos de hacienda una empresa familiar. Según el estudio KPMG 2016 sobre empresas familiares españolas, el 7% valoran como prioritario para los próximos doce meses la venta de la empresa. Dicen que vender la empresa familiar es la mejor manera de profesionalizar la dirección, maximizar la riqueza y reducir los conflictos familiares; por lo tanto, vender puede ser una buena decisión, y en más de una ocasión del fruto de la venta ha salido una nueva empresa creada por alguien de la familia que mantiene el espíritu emprendedor de los fundadores.
Ya dijo Göebels que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». A base de repetirse los dichos iniciales se corre el riesgo de que se conviertan en lo que se conoce como una “profecía autocumplida”, también conocida como “efecto Pigmalión” (trátale como lo que quieras que se convierta, y acabará siéndolo) que hace que más de una familia empresaria convencida de que se cumplirá la maldición planifique la discontinuidad, en muchas ocasiones de forma inconsciente, sin dar opción a la siguiente generación a conocer realmente la empresa y decidir en libertad.
Muchas veces, sin darnos cuenta, actuamos guiados por prejuicios (juicios previos) que, si bien no pueden simplificar a toma de decisiones, también, pueden estar limitando nuestro abanico de opciones. Hay que recordar que “del dicho al hecho hay un buen trecho”.