Jordi Tarragona es consejero de familias empresarias y abogado. Profesor de Empresa Familiar en ADE Universitat Central de Catalunya y autor del libro “Ángeles y Demonios de la Familia Empresaria”.
Estamos bombardeados con mensajes sobre el coronavirus y quizás hay que parar a pensar un momento. Éstas son algunas reflexiones. Desde el punto de vista sanitario, parece que el principal problema reside en su alta transmisibilidad y que su mortalidad es superior a la de una gripe normal. Las muertes son siempre injustificables y dolorosas si te tocan de cerca; pero pongámoslas en perspectiva: parece que su incidencia a escala mundial es inferior a los muertos por el hambre. Y ésta no genera el ruido del Covid19. Parece que el efecto novedad, la invisibilidad y la sensación de desprotección facilitan el fenómeno social de aceptación de medidas como que limitemos la libertad de circulación, por ejemplo.
Dicen los entendidos que nos encontramos delante del conocido como un «cisne negro», un acontecimiento altamente improbable que lo trastoca todo. Pensemos un poco en sus efectos económico-empresariales. A corto plazo ha tenido consecuencias coyunturales negativas, como la disminución de los viajes de negocios debido a la anulación de acontecimientos como el Mobile World Congress y Alimentaria; pero además han sido muchas las empresas que han reducido drásticamente los viajes al extranjero de su dirección y comerciales.
Posible aumento del comercio online
En un mundo globalizado con producción ‘just in time’, los stocks son muy bajos y la paralización de las fábricas chinas provoca un efecto dominó mundial por falta de componentes. También hay, por ejemplo, muchos retailers medianos que tenían deslocalizada la producción de su marca propia, la única con que consiguen margen. El turismo en Semana Santa seguro que acusa una buena bajada. También puede haber sectores beneficiados, aparte del farmacéutico y de parafarmacia (mascarillas…), como por ejemplo el online y el de muebles, puesto que al estar la gente más tiempo en casa, aumenta el deseo de mejorar el hogar.
Si la epidemia remite a corto plazo, la situación probablemente será superable por la mayoría de empresas; pero si se prolonga hasta el verano quizás las consecuencias serán de larga duración. Hay que tener en cuenta que los márgenes de maniobra monetario y fiscal son exiguos, puesto que los tipos de interés reales ya son negativos y la deuda publica española se encuentra por encima del PIB anual. Además, la crisis no es inicialmente de demanda, sino de oferta; si bien en caso de persistir puede mutar a la primera.
La deslocalización de fábricas quizás se invierte
Además tenemos que prestar atención a los posibles cambios estructurales. Recomiendan no utilizar dinero físico, puesto que pueden transmitir el virus. Si la población nos acostumbramos a pagar con tarjeta, tal vez se reduce drásticamente la economía sumergida, que dicen representa alrededor del 25% del PIB, y así compensar la caída de la recaudación fiscal. Las herramientas de teletrabajo y para reuniones virtuales ya existían, pero el aumento de su uso puede devenir permanente. La deslocalización de fábricas quizás se invierte, ayudada por el regreso de las barreras de aranceles.
Internamente de cara al pasado quizá hay que analizar si teníamos los planes de contingencia adecuados y cómo han funcionado. De cara al futuro, qué cambios tendremos que hacer teniendo en cuenta que la próxima crisis será diferente. En todo caso, hay que recordar que el ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra.
Artículo publicado en ViaEmpresa y reproducido con permiso expreso de su autor.