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Comercio y generación de riqueza: repensar el futuro de nuestras ciudades y economía

Núria Beltran es experta en retail

Estrenamos nuevo curso y, desde la Comisión de Retail del Col·legi d’Economistes de Catalunya, estamos expectantes y a la vez deseosos de contribuir a que esta etapa sea la de un cambio de mirada hacia el sector del comercio, ya que la digitalización de la sociedad y la polarización del mercado en favor de grandes operadores globales está produciendo unos cambios preocupantes en la oferta y demanda de este sector. Y utilizo la palabra “preocupantes” para cuando, vistos en perspectiva, son muy rápidos y no favorecen el interés general de nuestra sociedad. Estamos en una especie de dilema del prisionero: Las decisiones a nivel individual (compra low cost, compra online, envío a domicilio, etc.), son contrarias a las que deberíamos tomar para que toda la sociedad saliera beneficiada. ¡Y no resulta fácil encontrar el entresijo para salir de la trampa!

Estamos ante el serio reto de la sostenibilidad tanto económica, como sobre todo medioambiental, social y cultural. Los territorios y comunidades en las que vivimos, necesitan otras miradas para avanzar. Hacen falta miradas transdisciplinarias que nos ayuden a entender los fenómenos que afectan a las nuestras ciudades, y desde esa comprensión, debemos hacer un ejercicio de aprender y desaprender para encarar nuevas políticas que pongan en las personas y las comunidades en el centro de todo, contemplando territorio, medio ambiente, población, economía, educación, cultura y salud. Y en esto, el comercio tiene un papel importante, porque más allá del papel de consumidores que tienen sus clientes, debe prevalecer el papel y los derechos de la ciudadanía como comunidad para proteger el bien común. No todas las fórmulas de comercio tienen el mismo impacto en la canalización de la renta disponible y redistribución de la riqueza generada.

Cuando la tecnología ha puesto al alcance de los humanos una nueva posibilidad, sea lo que sea, lo aprovechamos. La historia del comercio y las formas de consumo es una viva prueba: cuando los humanos íbamos a pie o en carro, comprábamos en el mercado semanal; con el tren pudimos ir a otras ciudades a comprar y nacieron muchos municipios de veraneo (que canalizaban parte del consumo de la burguesía de ciudad); nos dieron un coche y nos desplazamos a centros comerciales de periferia; con el smartphone compramos en todo el mundo en cualquier hora. La globalización y la digitalización nos han situado como humanos en la posición del título de una canción de rock del grupo Queen “I want it all, I want it all, and I want I now”. Y esta actitud nos ha llevado a un modelo de consumo compulsivo e insostenible medioambientalmente, y erosivo económicamente, porque obliga a adelgazar los márgenes continuamente y trae precariedad.

El comercio ha tenido un papel históricamente muy importante en nuestro país como generador de riqueza, ya desde antes de la revolución industrial. Sin embargo, en los últimos 40 años se ha mirado el comercio como un sector menor, que no requería preparación ni estrategia. El resultado a largo plazo ha sido el de un minifundismo extremo en el sector, con escasas empresas autóctonas que tengan más de tres establecimientos y muy pocas con capacidad estratégica para superar los retos económicos, tecnológicos y sociales manteniendo o mejorando su posición en el mercado. La crisis de 2008-2016 y la posterior de la COVID-19, junto con la digitalización de la sociedad, se han acabado llevando por delante a muchas tiendas y empresas autóctonas de comercio. Los numerosos locales vacíos que se ven por las calles de cualquiera pueblo o ciudad son testigo.

Y esto ha ocurrido a pesar de que desde los años 70 del siglo pasado destacadas voces de nuestro país, entre las que destaca la del economista Santiago Pagès (presidente fundacional de nuestra Comisión y que debe ocupado numerosas responsabilidades institucionales vinculadas al sector), han defendido la necesidad de una apuesta destacada por la formación de nivel del empresariado del sector; la necesidad de creación de políticas sectoriales que condujeran al crecimiento y expansión de las empresas de comercio; y que han defendido la necesidad de regulación para evitar las posiciones de dominio de mercado a las que hemos llegado con la explosión global del mercado online.

Durante décadas, desde las autoridades competentes no se divisó la importancia estratégica de ayudar a crecer -dentro y fuera del país- a las empresas de comercio que tenían capacidad para hacerlo; y no se percibió a tiempo la importancia de regular las prácticas de los grandes operadores online, que han llegado a ocupar crecientes cuotas de mercado utilizando recursos de todos, como el espacio público, y fomentando prácticas que no son sostenibles medioambientalmente (por mayor congestión y generación de residuos), ni socialmente (cierre de establecimientos de proximidad con pérdida de puestos de trabajo estables, desertización de calles; generación de miles de empleos a precario; desviación de las rentas e impuestos generados por las compras de los ciudadanos fuera del país donde se producen estas adquisiciones, etc.).

Urge que desde el Gobierno se trabaje por hacer una apuesta global y sostenible sobre los fenómenos que afectan al comercio la ciudad y el territorio. Desde la Comisión de Retail del Col·legi d’Economistes de Catalunya queremos contribuir a ello. No todo se puede dejar al libre flujo de la oferta y la demanda, y menos cuando se ve que el camino conduce a la polarización y el drenaje de rentas públicas y privadas.

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