Grenoble 68: La guerra de los esquís

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Vista panorámica del acto inaugural de Grenoble’68.

El 6 de febrero se cumplen 49 años de la inauguración de los JJ.OO. de invierno de Grenoble 1968. Fueron los primeros en que se realizaron controles de sexo y  antidopaje; también los primeros en ser televisados en color y, por primera vez aunque de forma extraoficial, apareció una mascota en forma de esquí llamada Schuss. Entre los nombres propios de aquellos Juegos destacaron el triplete del esquiador francés Jean Claude Killy, que ganó descenso, el eslalon y el gigante, igualando así el récord de Toni Salier, y el doblete en bobs del italiano Eugenio Monti, quien, a sus 40 años, había recibido merecida recompensa a su formidable demostración de fair play cuatro años antes en Innsbruck (Austria). También brillaron con nombre propio la sueca Toini Gustafsson, ganadora de tres medallas en esquí nórdico; la patinadora norteamericana Peggy Fleming, que encandiló al público; y dio mucho que hablar la victoria de los checos 5-4 sobre la URSS en hockey sobre hielo, aunque los soviéticos acabaron ganando el oro.

Prohibido lucir el logotipo de los fabricantes

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Jean Claude Killy, en plena competición camino del oro olímpico.

Sin embargo, un serio conflicto puso en serias dificultades el desarrollo de dichos juegos: la llamada “guerra de los esquíes”.  El CIO, cada vez más anclado en el pasado, quiso impedir que los esquiadores compitieran con sus esquíes luciendo el logotipo de sus fabricantes. Para su vetusto y tozudo presidente Avery Brundage, este hecho era una clara demostración de profesionalismo, ya que los deportistas cobraban cantidades por competir con los esquíes de determinado fabricante. Su criterio era prohibir a los participantes que compitiesen con esquíes en los que se apreciase la marca del fabricante (1). Hubo muchas tensiones; las negociaciones no fueron fáciles. Ante la amenaza de los fabricantes de retirar los esquíes suministrados a los deportistas, Marc Holder, presidente de la Federación Internacional de Esquí, le hizo ver a Brundage que la industria especializada, fundamentalmente radicada en Francia y Austria, suministraba material a unos 600 esquiadores y que, además de facilitar su material a las grandes estrellas, su concurso era clave a la hora de financiar con la aportación del mismo que muchos equipos olímpicos pudieran acudir a los Juegos. Finalmente, se llegó a una fórmula de compromiso: los esquiadores competirían con sus esquís habituales  bajo la amenaza de descalificación caso que, posteriormente, fuera de competición se dejasen fotografiar con ellos de manera que apareciese de forma clara el sello identidad del fabricante. Incluso se dice que el propio presidente francés, el general De Gaulle, intervino en el tema y  que, en el almuerzo previo al acto inaugural, le pregunto de forma inquisidora a Brundage: «¿Es asunto concluido, no es cierto, ése de las marcas comerciales en  los esquís?». A lo que Brundage le contestó con un escueto y disgustado sí. En revancha, Brundage declinó entregar las medallas a aquellos esquiadores que él presumía que eran “profesionales”, entre ellos el austríaco Karl Schranz, con quien tuvo un duro enfrentamiento cuatro años después en Sapporo (Japón) 1972 que, meses más tarde, desembocó en la modificación parcial de la regla 26 sobre la elegibilidad de los atletas.
(1) En el caso de los esquís austríacos Fischer era una estrella de tres puntas y en el de los franceses Rossignol, la R inicial.

 

 

Juan-Manuel-Surroca-Juegos-Olimpicos-MarcadorJuan Manuel Surroca es periodista experto en olimpismo.
Los artículos de esta sección son reproducciones de su blog, que puede consultarse en el sitio
http://elmarcadordejmsurroca.blogspot.com.es/

 

 

 

 

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